Manuela Sancho Bonafonte es la plenera más famosa que tenemos.
Con motivo del bicentenario de los Sitios se publicaron algunos trabajos sobre las heroínas de aquellos días. Entre los más sobresalientes está este libro de Nuria Marín, que recoge interesante documentación sobre la vida de Manuela. Por él gran interés para los pleneros, lo transcribimos:
Nuria Marín Arruego
Mujeres. Los Sitios de Zaragoza (1808-1809)
Colección Editorial Fundación 2008, nº 8
Zaragoza 2008
Fundación 2008
ISBN: 978-84-6132743-0
Manuela Sancho Bonafonte
Esta singular mujer, vigorosa y de fuerte carácter, vino al mundo un 16 de junio de 1784 en la villa de Plenas (Zaragoza). Fueron Juan Antonio y María, labradores de profesión, quienes como tantos, al ver aumentar más la familia que las tierras que trabajaban decidieron emigrar a la ciudad en busca de un trabajo que les permitiera sacar adelante a sus hijos proporcionándoles un oficio con el que ganarse la vida.
En 1809 hemos dejado a la joven Manuela en una comprometida situación provocada por la herida de bala que le atravesó el vientre, herida de la que curó contra todo pronóstico incorporándose a su vida y quehaceres cotidianos, entre los que la familia, como otras muchas, asumió un cambio de domicilio, trasladándose del nº 40 de la calle Puerta Quemada (Heroísmo) al 115 de Castellana (Basilio Boggiero). Este cambio se debió, sin duda, al estado ruinoso en que tras los duros combates quedaron las casas de la dicha calle.
Localizada como parroquiana de San Pablo, los elocuentes libros de Cumplimiento Pascual nos informan además que en 1810 ha contraído matrimonio con don Manuel Martínez que con el tiempo ostentará el cargo de Intendente de Liberación. Manuela, por usar el término de la época, ha hecho un buen casamiento, comparte casa con sus padres y con el más joven de sus hermanos, Domingo, nacido ya en Zaragoza. Desde esta situación personal, vivirá con inmensa alegría la liberación de la ciudad, tras la cual comenzará para la inmensa mayoría la tramitación de expedientes y la correspondiente búsqueda de testigos que avalen sus hazañas a fin de presentarlas ante el general Palafox, autoridad a quien compete aprobarlas. En ello anduvo Manuela para conseguir, por fin, en 1818, la paga, con carácter retroactivo desde el 5 de enero de 1809, de media peseta diaria, adjudicada por Palafox, y el derecho a lucir el Escudo de Distinción. Con estas palabras dio el general el visto bueno al expediente de la heroína.
No solamente se distinguió esta valerosa joven en este día( alude al momento en que fue herida) sino que en todos cuantos ataques y acciones hubo el 1º y 2º sitio, era la primera a presentarse al fuego exponiendo su pecho a las bayonetas enemigas sin arredrarla el riesgo ni las heridas que recibió.
Al año siguiente muere el esposo dejándola sin descendencia, cuando esta contaba 36 años. Joven todavía lleva una vida retirada, en la que no faltan sus rezos y devociones. En su casa arden perpetuamente dos lamparillas, una ante la estampa de Nuestra Señora del Carrascal, virgen por la que los plenenses sienten gran devoción, y otra ante la de Santa Bárbara (patrona del arma de artillería).
Otro acontecimiento doloroso viene a perturbar su vida, cuando en 1829, concretamente el 15 de marzo, muere el padre en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, a la edad de 77 años, dejando viuda y 5 hijos. Julián, Manuela, Rosalía, Juliana y Domingo.
Pero la vida continúa y el tiempo va suavizando las heridas del corazón de nuestra heroína. Corazón que no ha quedado cerrado al amor y que le será entregado en 1830, en la parroquial de San Pablo, a Joaquín Tapiaca Royo, soltero natural de Pedrosa. Por cierto, en la partida de casamiento dice tener 41 años, igual que el novio, pero en realidad cuenta 46, casi 47, si consideramos que casó en el mes de marzo. ¿Coquetería o simple error?
La nueva pareja se instala en la calle de San Jerónimo, nº 7 (el primer tramo de la antigua calle hoy se denomina Laurel, comienza en Cádiz y termina en San Jerónimo), parroquia de San Gil. Joaquín es militar retirado, en otro tiempo sargento, y ahora disfruta de un buen empleo como ordenanza de intendencia Militar, sueldo que unido al de Manuela crea unas expectativas para los recién casados de un porvenir sin sobresaltos económicos. Pronto descubrirá Tapiaca que se ha casado con una mujer ahorradora que administra muy bien lo que entra en casa pudiendo permitirse el matrimonio invertir en la compra de olivares y viñedos.
Nuevamente los Sancho vuelven a vestir de luto con ocasión de la muerte de la madre, que tuvo lugar en el hospital, el día 12 de abril de 1831, cuando contaba 60 años. Por su testamento, hecho en el propio hospital, y el dinero que en él lega a una pariente, se deduce que Juan Antonio y María no fueron de aquellos labradores a los que la extrema pobreza echó de sus hogares, sino que debieron de pertenecer a la clase minifundista que dejó el pueblo porque sus tierras, suficientes para una familia, no lo serían tanto al ser repartidas entre su descendencia. En dicho testamento, aparte las fórmulas de rigor, expresa:
Dejo por vía de legítima a los que pretendieren tener derecho en mis bienes cinco sueldos por bienes raíces y cinco por muebles a cada uno. Dejo a mi sobrina Juana Bailo, que reside en la casa de Misericordia treinta y uno.
Dicharachera, gusta de hablar con todo el mundo y para todos tiene una palabra amable, sin embargo su genio se aviva y le baila el moño cuando le mentanCádiz) le rinde honores saludándola militarmente. La heroína les espera en el balcón, luciendo en su pecho el escudo de defensora y con un leve gesto los despide emocionada hasta perderlos de vista.
Sólo una sombra empaña la felicidad de Manuela: de su segundo matrimonio tampoco consigue tener hijos (¿pudo ser la causa la herida recibida?). Lo que no esperaba era volver a pasar por la dolorosa experiencia de enterrar a un marido, y la amenaza volvió a cernirse sobre ella cuando Joaquín empezó a sentirse mal, perdía peso y se fatigaba, encontrándose peor cada día, lo que le llevó a ingresar en el hospital Militar donde le diagnosticaron cáncer, una enfermedad de la que sorprende tuvieran conocimiento en la época, y que se lo llevó en pocos meses, concretamente el 1 de febrero de 1847. Testó ante el notario don Juan Antonio Vidal dejando cuanto tenía a su viuda.
Manuela vive años de soledad. Todas sus sobrinas tienen una familia ala que atender y con este panorama empieza a cuestionarse ¿Qué será de ella? Su cabeza funciona perfectamente y su memoria la lleva a recordar aquellas amargas vivencias de cuando vinieron los franceses, la crueldad de la guerra, el hambre y la muerte. Ella tuvo más suerte que la mayoría y Dios le ha permitido envejecer. Cuenta setenta años y aunque su salud es buena, piensa con frecuencia que no debe de andar muy lejano el momento en que llegue su hora. Mucho ha meditado en cómo quiere que sea ese día y para asegurarse que se cumplen sus deseos testa en 1853 dictando las disposiciones que al respecto deben tomarse:
Testamento en la ciudad de Zaragoza, a veintiocho de julio de mil ochocientos cincuenta y tres.
Testamento dado en la ciudad de Zaragoza a 28 de julio de 1853Que yo, doña Manuela Sancho, viuda de don Joaquín Tapiaca, natural del pueblo de Plenas y vecina de la ciudad de Zaragoza, estando en sana salud y por la divina misericordia en mi entendimiento natural, firme memoria y palabra manifiesta, revocando y anulando como revoco y anulo todos y cualesquiera testamentos, codicilos y otras ultimas voluntades y disposiciones por mi antes de este día hechas, dispuestas y ordenadas ahora de nuevo de mi buen grado hago y otorgo el presente mi ultimo testamento, ultima voluntad, ordinacion y disposición de todos mis bienes así muebles como sitios donde quiere habidos y por haber de la forma y manera que sigue.Primeramente creo en la misterio dela Santísima Trinidad y cuanto manda creer nuestra Santa Madre Iglesia.Item mando que cuando muriere, mi cuerpo sea colocado en ataúd de poco lujo, sea sepultado en suelo firme, mas no en nicho, con una lápida regular en que se lea esta Inscripción: AQUI YACE Da. MANUELA SANCHO DE TAPIACA, la heroína de Zaragoza en el año mil ochocientos ocho, celebrándose previamente de cuerpo presente los actos a mi funeral correspondientes y misas rezadas, y que mi cadáver no se ponga en la iglesia a mayor elevación que la que tiene una tumba, pero si quiero que haya luces en abundancia, y que en los funerales y misas se invierta dos mil reales de vellón, cuya cantidad se tomará de mis bienes.Item mando que mi cadáver sea vestido con ropa negra de la de mi uso y que a la mujer que me la ponga se le de trescientos veinte reales de vellón por una vez.Es así mismo mi voluntad que a los cuatro o seis hombres que me lleven desde mi casa a la iglesia, se de a cada uno veinte reales de vellón.Item mando se paguen todas mis deudas legítimas si acaso resultaren algunas.Item dejo las mandas pías forzosas a las viudas y huérfanos de la nación y lugares Santos de Jerusalén, prevenidas en reales órdenes.Item dejo por parte y derecho de legítima y herencia en todos mis bienes a cualesquiera parientes míos y otras personas que parte y derecho pretendan tener a ellos, diez sueldos jaqueses a cada uno, la mitad por bienes muebles y la otra mitad por sitios, con los cuales mandose hayan de dar y den por contentos, satisfechos y pagados de todo cuanto en los expresados mis bienes les pueda tocar y corresponder en cualquier manera.Para en caso que queden bienes después de satisfecho cuanto yo he dispuesto, dejo de gracia especial a mi sobrina carnal Petra Sancho, hija de Julián Sancho, vecina de Zaragoza, dos mil reales de vellón en metálico, dos colchones, seis sabanas de las mejores, dos almohadas, diez servilletas, una cubierta, una colcha, cuatro manteles, tres toallas, un cofre y el catre de cabecera, con algún otro mueble y toda la ropa interior y exterior de mi llevar.Dejo por igual título a Don Pascual Martín y Sevilla, mi paisano, vecino de dicha ciudad, en reconocimiento de los favores que me tiene dispensados, trescientos veinte reales de vellón.Item dejo a Maria Antonia Sancho, mujer legítima de Javier Lázaro, del propio vecindario, 320 reales de vellón para un vestido de luto.Item dejo por via de cariñosa memoria a cada uno de mis infrascriptos ejecutores 32 reales de la propia moneda.Item quiero que a la mujer que me asista y acompañe en mi última enfermedad, se le entregue mil reales de vellón. Item mando que todas las antecedentes gracias especiales se paguen después de satisfechos los gastos de mi funeral y entierro y demás a uno y otro consiguientes según arriba he dispuesto y si queda por cubrir dichas memorias y gracias especiales, las percibirán los legatarios por el orden que están puestas en esta disposición y si no hubiere lo bastante para todas ellas, las posteriores que no puedan ser abonadas, se entenderá por no hechas, pero habiendo lo suficiente, todos los demás bienes míos que quedaren, que hoy correspondan a los que el fuero considera como movible , con inclusión de los sitios si llegase a adquirirlos hasta el día de mi muerte y tanto desde ahora hasta entonces como los que hoy poseo, excedidos derechos, procesos, instancias y acciones donde quiere habidos y por haber, los que quiero tener aquí por nombrados, expresados, calculados, especificados u confrontados, respectivos, según Fuero de Aragón, a como mas convenga instituyo y nombro en herederos míos universales a los pobres enfermos del santo Hospital de Nuestra Señora de Gracia de esta ciudad de Zaragoza y a este efecto mis infrascriptos ejecutores reducirán a dinero metálico todos los dichos mis bienes y lo que produzca su venta en la citada especie de dinero, la distribuirán por sí mismos mis ejecutores entre los enfermos, entregando, de cama en cama con absoluta igualdad.Item nombro en tales ejecutores de este mi último testamento y en exoneradores de mi alma y conciencia a don Blas Martín, Don Ángel Lázaro y Don Gregorio García, del comercio, vecinos de esta dicha ciudad, a quienes conformes a su mayor parte doy todo el poder y facultad para ejecutores testamentarios, según fuero de Aragón, derecho o en otra manera dar y atribuirles puedo y debo. Este es mi ultimo testamento, mi ultima voluntad, ordinación y disposición de todos mis bienes así muebles como sitios donde quiere habidos y por haber el cual quiero valga por tal, por codicilo o por cualquiera ultima voluntad, ordinacion y disposición que hagan otro fuero, derecho o en otra manera más puede y deba valer.Testigos Sr. Mariano Oliver y Don Juan Gavara, amanuenses domiciliados en esta ciudad.Mariano Oliver soy testigo de lo dicho y firma por Doña Manuela Sancho, testadora que dijo no saber. (firma)Juan Gavara soy testigo de lo dicho y firmo por Doña Manuela sancho que dijo no saber.(firma)Certifico no haber que saldar, segun fuero.Marín Goséd (firma)
Todo esto pensaba y disponía Manuela Sancho el mes de julio , sin embargo apenas cuatro meses después, el 7 de noviembre, sorprendió a propios y extraños contrayendo matrimonio con Santiago de San Joaquín, un soltero de treinta años, natural de Atienza (Guadalajara) y de profesión guarnicionero. Entre la desigual pareja existe una diferencia de cuarenta años. En la partida de matrimonio Manuela vuelve a sorprendernos apuntándose nada más, y nada menos, que cincuenta y ocho años. El descaro con el que miente respecto a su edad no deja de tener gracia.
¿Qué pudo pasar para que la anciana heroína tomara esta decisión? En mi opinión la explicación es sencilla. Esta mujer, que de tonta no tenía un pelo, viéndose tan sola llegó a un inteligente y perfecto acuerdo. Santiago, sin familia y pobre como las ratas heredará sus bienes, y mientras tendrá un techo, comida y el arreglo personal que pudiera darle una madre. Ella recibirá compañía, ya no se acostará pensando que cualquier noche puede enfermar sin auxilio; volverá a sentirse necesaria, comprando y cocinando para otra persona y compartirá conversaciones sobre esto o aquello, lo que ha pasado o ha dejado de pasar; será una vida muy parecida a la que pudiera haber sido de tener un hijo soltero.
El 29 de octubre hicieron capitulaciones matrimoniales ante el notario Pedro Marín y Gosed, en ellas especifica que el futuro marido no aporta al matrimonio mas que lo puesto. Al día siguiente de la boda, ambos volvieron al notario, esta vez para hacer un nuevo testamento:
Testamento dado en la ciudad de Zaragoza a 8 de NOVIEMBRE de 1853
Nosotros, Santiago de San Joaquín y Manuela Sancho, cónyuges, vecinos de la ciudad de Zaragoza, estando ambos en sana salud y por la divina misericordia en nuestro entendimiento natural, firme memoria y palabra manifiesta, revocando y anulando como revocamos y anulamos todos y cualesquiera testamentos, codicilos y otras últimas voluntades y disposiciones por nosotros y cada uno de nos hechas, dispuestas y ordenadas ahora de nuevo de nuestro buen grado hacemos y otorgamos el presente nuestro ultimo testamento, ultima voluntad, ordenación y disposición de todos nuestros bienes y de cada uno de nos , así muebles como sitios donde quiere habidos y por haber de la forma y manera que sigue.Primeramente creemos en el misterio dela Santísima Trinidad y cuanto manda creer nuestra Santa Madre Iglesia.Item mandamos que cuando muriéramos, a nuestros cuerpos se les de eclesiástica sepultura, celebrándose nuestros funerales con el gasto y de la forma que pareciere al sobreviviente y para ello se tomará de los bienes del premoriente la cantidad necesaria.Item mandamos se paguen todas nuestras deudas legítimas, si acaso resultaren algunas.Item dejamos las mandas pías forzosas a las viudas y huérfanos de la nación y lugares Santos de Jerusalén, prevenidas en Reales Ordenes y declaramos no dejamos por ahora cantidad ni cosa alguna al Santo Hospital de Nuestra Señora de Gracia de esta ciudad sobre lo que hemos sido preguntados por el notario estos testificantes.Item dejamos por parte y derecho de legitima y herencia en todos nuestros bienes a cualesquiera parientes nuestros y otras personas que parte y derecho pretendan tener a ellos, diez sueldos jaqueses a cada uno, la mitad por bienes muebles y la otra mitad por sitios, con los cuales mando se hayan de dar y den por contentos, satisfechos y pagados, de todo cuanto en los expresados nuestros bienes, les pueda tocar y corresponder en cualquier manera.Item, satisfecho, pagado y cumplido todo lo sobredicho, de todos los demás bienes nuestros y de cada uno de nos que quedaren, así muebles como sitios, créditos, derechos, procesos, instancias y acciones, donde quiere habidos y por haber, los cuales queremos tener aquí por nombrados, expresados, calculados, especificados y confrontados respectivos, según fuero de Aragón a como mas convenga, con inclusión de cuanto a mí la testadora se me adeuda el día de mi muerte, de la pensión vitalicia que me tiene señalada el Estado.Sustituimos y nombramos en heredero nuestro universal y de cada uno de nos de todos los indicados bienes, débitos y derechos, es a saber, el premoriente al sobreviviente de nosotros los testadores libremente y para que el referido sobreviviente haga y disponga de todos ellos a su arbitrio y voluntad y como le pareciere.item nombramos en ejecutor de este nuestro ultimo testamento y en exoneradora de nuestras almas y conciencias al referido sobreviviente de nos, a Don Blas Martín y Don Gregorio García, vecinos de esta ciudad, a quienes conformes o a su mayor parte, damos todo el poder y facultad, que a ejecutores testamentarios según fuero de Aragón, derecho o en otra manera, dar y atribuirles podemos y debemos. este es nuestro ultimo testamento, ultima voluntad, ordenación y disposición de todos nuestros bienes y de cada uno de nos, así muebles como sitios, donde quiere habidos y por haber, el cual queremos valga por tal, por codicilo o por cualesquiera otra ultima voluntad y disposición que según dicho fuero, derecho o en otra manera, más puede y debe valer.Testigos don Pascual Zaldivar y Don Juan Gavara, amanuenses domiciliados en esta dicha ciudad.(firma)Santiago de San Joaquín, testador otorgo lo dicho.Pascual Zaldivar soy testigo de lo dicho y firmo por Manuela Sancho, testadora que dijo no saber escribir. (firma)Juan Gavara soy testigo de lo dicho y firmo por Manuela Sancho, testadora que dijo no saber escribir (firma)Certifico no haber que saldar, segun fuero.Marín Gosér (firma)
El general de Brigada e historiador don Mario de la Sala -Valdes dijo de ella:
Cuando la conocimos y tratamos hacia el año 1860( contaba 76 años) era una anciana de aventajada estatura, robusta y vigorosa, morena de rostro, facciones duras, porte grave y bigotes harto pronunciados que le daban aspecto hombruno. Estaba sumamente sorda, hablaba con ingenuidad y modestia de los hazañosos sucesos de la defensa de Zaragoza en que tan alto rayó su denuedo, y su palabra era tranquila, reposada y simpática. Vestía saya corta y ceñía el pañuelo típico de las labradoras aragonesas. Tal era su aspecto físico y moral, tan indeleblemente grabado en nuestros recuerdos, que si el original resucitase, le reconoceríamos sin vacilar.
Fue Manuela Sancho, no solo la heroína que mas longevidad alcanzó, sino la única en llegar a los incipientes tiempos de la fotografía, siendo retratada, a la edad de 76 años por el teniente de artillería don Juan Aísa y Perpiñán.
Vivió una década como mujer de Santiago de San Joaquín y al parecer no se arrepintió nunca de la decisión de hacerle su marido. Con el tuvo los cuidados y la compañía que anhelaba hasta que le llegó su hora, en su cama, un 7 de abril de 1863. A las seis de la tarde firmaba el acta de defunción su médico, don Vicente Ciruelo, alegando como causa de la muerte: congestión cerebral.
En Zaragoza a 7 de abril de 1863, murió Dª Manuela Sancho, a las seis de la tarde, de ochenta años de edad, hija legítima de Juan Antonio y María Bonafonte, los tres naturales de plenas, casada con Santiago de San Joaquín, parroquiana de San Gil. Recibió los sacramentos de Penitencia, viático y extremaunción e hizo testamento ante el notario D. Pedro Marín. No deja hijo alguno. Vivía en la calle de San Jerónimo nº 7. En el día 9 del mismo mes se celebró en esta iglesia su entierro a dos actos, y su cadáver fue conducido al campo santo para ser sepultado, lo que certifico. Melchor Saraña, cura.
El 9 de abril se celebró el entierro de Manuela Sancho. El vecindario de Zaragoza se volcó en masa para acompañar a la última y mas querida de las heroínas. Por su parte el ayuntamiento cursó invitaciones a todos los estamentos de la ciudad: ejército, nobleza, comercio, clero y demás notables, confirmándose, a la vista de los documentos, la total asistencia de los invitados. La comitiva fúnebre partió del domicilio de la finada, siendo conducido el ataúd por miembros del arma de artillería, hasta la iglesia de San Gil, donde se celebró una solemne misa de cuerpo presente, tras la cual se la acompañó hasta el cementerio de Torrero donde fue enterrada en una sepultura de tierra que ocupó hasta 1898, año en el que por iniciativa del consistorio se la trasladó al nicho nº 603, cerrando el mismo con una placa que decía:
Manuela Sancho. Heroína de los Sitios de Zaragoza de 1808 y 1809. Fallecida en la misma ciudad el 7 de abril de 1863. El Excmo. Ayuntamiento Constitucional detributa el mas honroso recuerdo a su gloriosa muerte. la S. H.
El Diario de Zaragoza comunicaba a los ciudadanos que el ayuntamiento había acordado celebrar, el día 2 de mayo, en la Real Capilla de Santa Isabel solemnes exequias en sufragio del alma de la heroína, “tributando de este modo el obsequio que se merece el recuerdo de sus cívicas virtudes y de los eminentes servicios prestados a la patria”.
Posteriormente, al igual que pasara con Agustina Zaragoza y Casta Álvarez, la Junta Magna de Centenario de los Sitios exhumó sus restos y los trasladó a la Basílica del Pilar el día 10 de junio de 1908, para ser llevados en solemne procesión, junto con sus compañeras, a la Iglesia de nuestra Señora del Portillo.
El Ayuntamiento de Zaragoza proporcionó a la heroína de San José una inmensa alegría en vida, cuando acordó dar su nombre a la calle del Pabostre, calle que desemboca en la de Heroísmo (antigua de la Puerta Quemada ), donde vivió durante los sitios y que tanto transitó durante su juventud y en aquellos aciagos días. La placa con su nombre la descubrió una emocionada Manuela Sancho. También Plenas, en 1933, cambió el nombre de la Plaza del Castillo por el de su ilustre hija.
Para terminar la biografía de esta simpática y entrañable heroína, solo apuntar un último dato. Santiago de San Joaquín volvió a contraer matrimonio y murió en 1870, a la edad de 47 años.
¡¡¡GRAN MUJER!!!
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