En Plenas existía una tradición muy antigua relacionada con el noviazgo a la que se le llamaba “pagar la manta”. Esta costumbre localizada en muchos pueblos de Aragón y otras provincias, consistía en que cuando se ponía a festejar alguna moza del pueblo con algún “folastero”, a éste, los mozos del pueblo, le persuadían para que pagase una especie de tributo o arancel por festejar con una moza del pueblo.
Si el matrimonio no se llegaba a realizar una vez pagada la manta, nunca se devolvía el dinero.
En algunas ocasiones, si el novio no iba muy sobrado de dinero o se negaba con chulería a pagarla, la cosa se podía complicar. Se dieron algunos casos, que una vez casados, los mozos siempre recordarían con rabia la mala acción y le “hacían la vista gorda” al novio que se negó a pagar. En ocasiones, se recordaba que algunos, dependiendo de la tensión que se formaba entre mozos y novio, iban a parar al abrevador y se cuestionaba qué clase de marido podía ser si no pagaba el dinero de la manta. Pero sobre todo, si no pagaba se consideraba como un desprecio hacia los mozos del pueblo.
El dinero obtenido en el pago de este impuesto era dilapidado junto con el novio en juergas y meriendas.
Se recuerda, antes de la guerra civil a un rico constructor zaragozano que festejaba con una plenera y cuando acudió a Plenas a pagar la manta, les lanzó a los mozos las monedas para que las recogieran del suelo, a modo de desprecio. Los malos augurios se cumplieron y el matrimonio no fue muy feliz, ya que ella se fue a Barcelona con otro, dejando al marido con los dos hijos que tuvieron.
Si el matrimonio no se llegaba a realizar una vez pagada la manta, nunca se devolvía el dinero.
En algunas ocasiones, si el novio no iba muy sobrado de dinero o se negaba con chulería a pagarla, la cosa se podía complicar. Se dieron algunos casos, que una vez casados, los mozos siempre recordarían con rabia la mala acción y le “hacían la vista gorda” al novio que se negó a pagar. En ocasiones, se recordaba que algunos, dependiendo de la tensión que se formaba entre mozos y novio, iban a parar al abrevador y se cuestionaba qué clase de marido podía ser si no pagaba el dinero de la manta. Pero sobre todo, si no pagaba se consideraba como un desprecio hacia los mozos del pueblo.
El dinero obtenido en el pago de este impuesto era dilapidado junto con el novio en juergas y meriendas.
Se recuerda, antes de la guerra civil a un rico constructor zaragozano que festejaba con una plenera y cuando acudió a Plenas a pagar la manta, les lanzó a los mozos las monedas para que las recogieran del suelo, a modo de desprecio. Los malos augurios se cumplieron y el matrimonio no fue muy feliz, ya que ella se fue a Barcelona con otro, dejando al marido con los dos hijos que tuvieron.
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