Era un hombre que su mujer le decia:
—¡No vale nada!
Un día el hombre se enfada y le dice a su mujer que se vaya, que ya vera como él sabe hacer todas las cosas y muy bien.
Lo primero que hizo es ponerse a hacer el almuerzo. Puso huevos y mientras se estaban haciendo, fue a sacar vino a la bodega, y vio que se quemaban los huevos, y por correr dejó la jeta abierta, y se le salió todo el vino y se le quemaron los huevos.
Para secar el vino, echó una saca de harina y se hizo un emplaste. Mientras tanto, con todo el alboroto, la culeca, asustada, se levantó, y entonces se puso el hombre a empollar los huevos encima, pero rompió los huevos y se ensució.
Para limpiarse fue a que se lo limpiara una vaca y al lamerlo, le cogió sus partes y se las arrancó, y le salía mucha sangre, y para cortar la hemorragia fue al arcón donde guardaba las mejores ropas y fue a curarse con ellas.
En un momento echó la casa a pique.
Recopilación Ángel S. Tomás
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