Estos soldados iban y venían haciendo guardias, centinelas y tareas propias de una linea de frente sin combates. Durante tres meses disfrutan de relativa tranquilidad, vigilando la línea de frente que va de Monforte de Moyuela hasta Villar de los Navarros pasando por Bádenas. Allí estaba Joan Sales, un joven catalán que luego sería escritor de cierta fama. En noviembre de 1937 está en Moyuela y coge un libro de la biblioteca de la brigada. Es “La leyenda de Esclarmonda”, de Valeri Bernard, francés que escribe en occitano. Pocos días después, el 29 de noviembre está en Santa Cruz de Nogueras, desde donde escribe a un amigo contándoselo. Sales es teniente y manda una compañía desde la batalla de Belchite. Describe la gran carencia de armamento que tienen y que está todo el tiempo haciendo prácticas y reforzando las posiciones. En Monforte estaba el batallón 521, en el Villar el 524 y en Bádenas el 522.
Pero esta calma tensa se rompió el 9 de marzo. Poco antes había sido tomada Teruel y un enorme contingente de tropas y material militar estaban en la zona y fueron utilizados para empezar una contraofensiva que tomó todo lo que quedaba de Aragón en poder republicano, llegando hasta el Ebro.
Para la gran ofensiva se contaba con 200.000 soldados, 750 piezas de artillería y 300 aviones. Para romper el frente sur de Aragón se seleccionaron cuatro puntos y el 9 de marzo comenzó la gran batalla. Primero se atacó con aviación y artillería, para barrer las trincheras y fortificaciones, y luego avanzaría la infantería con todos medios mecanizados disponibles, que eran:
El Cuerpo de Ejército Marroquí, con 45.000 hombres, atacó las cercanías de Belchite. La 1º División de Navarra apoyada por la caballería atacaría por Herrera de los Navarros, rompiendo el frente en Badenas, y continuando hacia Moyuela.
El Cuerpo de Tropas Voluntarias Italianas, con 35.000 hombres, atacaron por Rudilla y la muela de Anadón, continuando hacia Muniesa. El Cuerpo del Ejército de Galicia, con 12.200 soldados, atacó por Vivel del Río, junto a Valdeconejos, y continuando hacia Montalbán.
La madrugada del 9 de marzo, se rompe el frente por Rudilla y los numerosos cañonazos que se disparaban se oían perfectamente en Plenas. Empezó a entrar miedo a los milicianos y gentes de izquierda de Plenas, que empezaron a plantearse que pronto llegarían las tropas de Franco. Ese mismo día 9 hay intentos de venganzas antes de marcharse a todo correr del pueblo Algunos significados milicianos se dedicaron estos últimos momentos, poco antes de abandonar el pueblo, a amenazar a mujeres y niños de conservadores que habían huido, que estaban aterrorizados encerrados en sus casas. Por todos los sitios se comentaba que los moros iban a violar a todas mujeres rojas españolas que encontraran. En Plenas se reunieron los del comité y decidieron marcharse a toda prisa, unos cuarenta, a los que se les dio una cantidad de dinero para que pudieran vivir.
Aurora Cebollada, hija de Braulio Cebollada, comentaba que «cuando se iban acercando los franquistas, estaban muchos pensando en irse. A los niños no les decían nada y llevaban vida normal, para no levantar sospechas, por si acaso. Un día habían hecho pollo para comer y habían puesto las mesas. Llamaron a los niños a comer pero en vez de eso salieron en silencio total por la puerta falsa, dejando la comida en la mesa y caminado con sumo cuidado llegaron a Moyuela donde montaron en un camión y llegaron hasta Barcelona».
La ofensiva se iniciaba con una verdadera exhibición de fuego de artillería y aviación contra las posiciones defensivas republicanas: a primera hora de la mañana eran atacados por aire Herrera de los Navarros; poco después Segura de los Baños en dos ocasiones con pequeñas formaciones de bombardeo franquistas; mientras más de veinte aparatos lo hacían sobre Martín del Río también dos veces. Igualmente serían bombardeadas las poblaciones de La Puebla de Albortón, Belchite y Fuendetodos
El teniente Joan Sales, que estuvo allí, nos explica los acontecimientos durante aquella jornada en su batallón y brigada: «Me despertó un estrépito infernal. Era el 9 de marzo al comenzar el día; apenas amanecía. La artillería enemiga había abierto inesperadamente un fuego general e intensísimo sobre el frente ocupado por nuestra brigada y las dos vecinas al norte y al sur. Aproximadamente a mediodía, todas nuestras fortificaciones, hechos con tantas sudadas a lo largo del invierno, habían sido destruidas, los parapetos arrasados, volados los nidos de ametralladoras, las alambradas destruidas. La infantería enemiga avanzaba protegida por masas de tanques de montaña, que nosotros no habíamos visto nunca ni teníamos idea que existieran; unas tanquetas capaces de subir cerros hasta arriba como si nada. Nosotros habíamos improvisado unas segundas fortificaciones, desde las cuales nos defendíamos cómo podíamos, cuando el día siguiente día 10 el mando superior ordenaba que nos replegáramos a Monforte primero y después a Plenas».
«Desde la peña que cubría aquella cueva, donde nos habíamos escondido Jorzapé y yo, veíamos a una distancia como de siete u ocho kilómetros a nuestro sur las columnas enemigas como avanzaban: delante iban los tanques, seguía la infantería en camiones y encima de todo este dispositivo, protegiéndolos, volaban las escuadrillas de vigilancia». Como apoyo para defender la posición los soldados catalanes recibirán sólo un solo cañón, elemento del todo inservible ante la acometida.
En El Periódico de Aragón del 9 de febrero de 2009, sale un articulo sobre el libro "Dientes de leche", escrito por Ignacio Martínez de Pisón. Hablan de la Historia de Gaspar Crespo, natural de Villar delos Navarros:
(…) “El 9 de marzo de 1938 estaba en el monte, entre Villar y Moyuela, con mis tíos Felix y Felipe. Cuidábamos las ovejas cuando nos gritan: ¡Que vienen los nacionales!¡Que llegan con los moros!. Sus tíos republicanos huyen con el crío a cuestas mientras a su madre los militares le impiden seguirlos. De Moyuela a Lécera, de allí a Albalate del Arzobispo, donde ví mi primer muerto. Comimos porque matamos a una gallina, y también un chusco de pan mojado. Los cadáveres se agolpaban en las cunetas. Pasamos por Alcañiz en pleno bombardeo. También por Caspe, y de ahí a Fraga y Lérida. En un tren con mil personas llegamos a Barcelona”.
En el Villar de los Navarros, las tropas franquistas concentraron a numerosos prisioneros hechos durante este rapidísimo avance. Allí llego el Tercio de Requetés de Lácar, que venían desde Fombuena y Nogueras. Estuvieron algunas horas y luego continuaron hacia Moyuela (Del Libro “El Tercio de Lacar” de Carmelo Revilla).
El día 10, la brigada de Joan Sales, por orden del comandante Invernón, se retirarán hasta Plenas, puesto que las dos brigadas que se encontraban en línea con la 131 se habían derrumbado y para no quedar rodeada, había que recular. Durante estos primeros momentos de retirada, toda una compañía de fusileros-granaderos quedará rodeada y hecha prisionera por las tropas fascistas. En Plenas el batallón tomó posiciones mientras se reorganizaban y localizaban otros componentes de la unidad, como el capitán Gordó y el teniente Torres. Víctor Torres también nos recrea la visión dantesca de las unidades atacantes: «En aquellos momentos, nuestra división disponía únicamente de fusiles y armas automáticas y todavía sin llegar a completar las plantillas. La artillería y la protección aérea eran una pura ilusión. El enemigo, en cambio, contaba con una infantería correctamente armada y en parte motorizada, con gran apoyo artillero y aéreo, además de numerosas unidades blindadas, que aparecían por primera vez en aquel frente. Confieso que la visión de aquellos monstruos de acero vomitando fuego por todas partes en medio de un gran rugido, subiendo y bajando fácilmente por aquellas cordilleras me produjo una sensación de insignificancia y un miedo apenas contenible». Con todo, la 132 brigada resistió durante casi dos días a costa de un precio muy alto entre heridos, muertos y desaparecidos, mientras la 131 iniciaba la retirada al atardecer del 9 al 10, después de haber soportado el ataque toda la jornada.
Poco después llegaba a Plenas la caballería mora, obligándolos a replegarse hacia Moyuela. Pero bien pronto tendrán que salir también de esta villa para seguir reculando hasta Moneva, a unos ocho kilómetros. En Loscos, más al oeste de estas últimas villas, Fèlix Bonet fue hecho prisionero por las tropas franquistas: «Nos cogió la caballería. De los veteranos nos salvamos algunos, pero de los quintos casi ninguno, con varios muchachos de la quinta del 39 que hacía ocho o diez días que estaban con nosotros. Cuando se me acercó un fascista montado a caballo yo, que iba por el lado del margen, me tiré abajo y el golpe de sable tocó las piedras. Si hubieras visto las cabezas de las personas como botaban... Dicen que hacen tres botes, y así lo vi. Al final no pude volver donde estaban los míos, que ya marchaban de retirada».
Continuaron retrocediendo hasta Ventas de Muniesa, donde el 524 batallón estuvo a punto de quedar rodeado por el enemigo. Finalmente, consiguieron salir de esta situación comprometida para ir hacia Lécera: «Hacíamos las caminatas, sobre todo, por la noche; cuando llegamos a Lécera, apenas amanecía. Dormimos en unos pajares escasas horas, rendidos de hambre y de sueño, para continuar la retirada hasta la villa de Albalate del Arzobispo, donde acampamos en unos cerros de la orilla oriental de Martín –la villa se levanta al occidental– que nos iban bien para hacernos fuertes con poco trabajo. Era la madrugada del día 11. Desde el primer momento la aviación enemiga no había dejado de perseguirnos; parecía un vuelo de moscas que no te lo puedes quitar de encima» nos explica Sales. El nuevo recorrido Lécera-Albalate suponía cerca de 20 kilómetros más de una marcha forzada por el constante adelanto franquista. Pero no todo eran retrocesos y retiradas a la desesperada. También se resistió con tenacidad, como nos informa uno de los militares republicanos implicados en estas operaciones: «En Muniesa, a lo largo de las carreteras, ha sido vista una gran concentración de fuerzas, que creemos que se trata de una de las columnas motorizadas». Y añadía: «La 131ª brigada ha sido envuelta en Moyuela y se ha batido con heroísmo magnífico. Ha derribado con fusil un avión de caza, cayendo en nuestras líneas carbonizados sus tripulantes, y han recogido un aviador italiano que ha aterrizado a consecuencia de uno de los combates con nuestra aviación.». El avión abatido no era un aparato de caza sino uno de bombardeo ligero alemán Heinkel He-45 tripulado por dos españoles que efectivamente murieron. En cuanto al aparato italiano, este era un Fiat Cr-32 del suboficial piloto Giuseppe Zuffi. El comisario Víctor Torres se encontraba presente en el sector de Plenas aquel día 10 de marzo cuando el piloto realizaba el aterrizaje de emergencia: «Intenté parar los soldados que querían asesinar el piloto italiano. Nos habían estado ametrallando y no con poco esfuerzo conseguí salvarlo de un linchamiento. El comandante Invernón y el comandante López Descalzo se hicieron cargo del prisionero, sano y salvo. Poco después, los tres se marcharon».
Según el comisario Víctor Torres los tres se pasaron a las filas enemigas, hecho que coincide con el que nos escribe el historiador Pedriali. El avión italiano había sido abatido por otro caza, un chato republicano que, a su vez con otros aparatos, se encontraban ametrallando las tropas fascistas sobre Blesa. Según el mismo historiador, el piloto italiano consiguió convencer a 23 desmoralizados soldados rojos y dos oficiales a considerarse prisioneros de las avanzadas de los Flechas Negras italianos”.
Aun así, creemos que al piloto cautivo no debió de suponerle demasiado esfuerzo convencer aquellos combatientes desmoralizados y a los dos militares profesionales. Por aquellos quien simpatizaban con los fascistas era pues el momento más apropiado para pasarse, puesto que no había posiciones definidas y el frente era un caos, sin líneas de frente. Y además con el premio de traer un piloto italiano que entregaban sano y salvo.
También suponemos que si los avances enemigos hubieran sido unidades de falangistas o de tropas moras, algunas de las cuales no hacían prisioneros, seguramente los oficiales y soldados no se hubieran entregado.
Cuando entraron las tropas franquistas en Plenas, venían acompañados por tropas moras. Venían en camiones. Los soldados marroquies se dedicaron, en los primeros momentos, a saquear las casas de la localidad, pues parece ser que se quedaban con el botín de guerra que conseguían, incluso saquearon casas de personas de derechas.
El general Monasterio pasó por el pueblo y se hospedó en casa de Remigio Ortín. Los republicanos mas destacados habían huido del pueblo un poco antes y no hubo resistencia salvo la de un francotirador que se subió a la torre de la iglesia con una ametralladora. Desde allí estuvo disparando a todo lo que se movía y a las tropas que llegaban. Algunos niños insensatos iban corriendo por las calles entre disparos y milagrosamente no hubo muertos. Varios soldados nacionales se arrastraron hasta la iglesia y con sumo sigilo fueron ascendiendo y sorprendieron al francotirador, al que mataron y arrojaron desde lo alto del campanario. Allí quedó tendido un tiempo y se acercaban los niños del pueblo a verlo.
Por la localidad estuvieron circulando camiones cargados de soldados de un lugar a otro, Algunos niños subían a los camiones e iban un pequeño trayecto montados. En uno de ellos se subió Pedro Gracia, un chaval travieso del pueblo, con tan mala fortuna que yendo sentado con las piernas hacia fuera, pasó otro camión con soldados y le arrancó la pierna. Desde entonces es Pedro “el Cojo”.
El 10 de marzo la caballería ocupó Loscos, Blesa, Plenas y Moyuela y los italianos Maicas, Cortes de Aragón y Muniesa.
El batallón de Joan Sales resistirá hasta el anochecer del día 12, momento en que los tanques fascistas entraban en Lécera: «Ya no eran tanquetas de montaña, sino tanques de muchas toneladas que avanzaban en formación (…) Esta cantidad de tanques y la nueva artillería, también desconocida por nosotros, que nuestros soldados bautizaron como la loca porque echaba granadas rompedoras de pequeño calibre a ritmo de ametralladora, habían sido para nosotros una sorpresa total añadiéndose a la de una ofensiva de proporciones monstruosas que nadie esperaba». El oficial catalán, continúa explicándonos los combates del día 12 en Lécera con la intervención de la aviación republicana, en el momento quizás más complicado para los soldados republicanos: «Los tanques, después de ocupar la villa, se disponían a pasar el puente –que no había sido volado por los ingenieros, tal era el desorden de la retirada de nuestro ejército–, al mismo tiempo que una nube espesa de aviones de bombardeo y de caza venía en dirección a nosotros. Apareció entonces, por primera vez desde el comienzo de la ofensiva enemiga, una escuadrilla de cazas de la República, que con una temeridad que nos dejó helados de admiración, les hizo frente y los mantuvo distraídos el tiempo necesario para que nosotros, cumpliendo órdenes superiores, pudiéramos desaparecer disciplinadamente por una barrancada estrechada y honda en dirección este. Exitosa esta maniobra, la escuadrilla republicana huyó a una velocidad vertiginosa y la nube de bombarderos pudo descargar sobre las posiciones donde momentos antes estábamos nosotros».
Aquel día la aviación republicana había realizado hasta tres salidas para colaborar con las tropas terrestres, pero nada se podía hacer ante unas fuerzas atacantes las cuales durante la segunda fase de la batalla superaban los 100.000 hombres ante unos 35.000 defensores desorganizados y con unas reservas formadas en muchos casos por reclutas nada experimentados. (…). Las brigadas de la 30 división no pueden hacer otra cosa que recular como pueden puesto que están abrumadas por el enemigo, sin líneas de defensa, se hunden por la velocidad y progreso de las fuerzas atacantes.
El día 13 caían Montalbán e Híjar, con las minas de Utrillas. Antes del 14 de marzo ya habían roto el frente en las Cuencas Mineras y el Bajo Aragón, conquistando todo el territorio hasta el río Guadalupe. El 19 de marzo ya había conquistado todo el Bajo Aragón y llegan al Ebro. A partir del 22 de marzo comenzará la batalla del Ebro, que marcará el inicio de la ofensiva sobre Cataluña.
Pero esta calma tensa se rompió el 9 de marzo. Poco antes había sido tomada Teruel y un enorme contingente de tropas y material militar estaban en la zona y fueron utilizados para empezar una contraofensiva que tomó todo lo que quedaba de Aragón en poder republicano, llegando hasta el Ebro.
Para la gran ofensiva se contaba con 200.000 soldados, 750 piezas de artillería y 300 aviones. Para romper el frente sur de Aragón se seleccionaron cuatro puntos y el 9 de marzo comenzó la gran batalla. Primero se atacó con aviación y artillería, para barrer las trincheras y fortificaciones, y luego avanzaría la infantería con todos medios mecanizados disponibles, que eran:
El Cuerpo de Ejército Marroquí, con 45.000 hombres, atacó las cercanías de Belchite. La 1º División de Navarra apoyada por la caballería atacaría por Herrera de los Navarros, rompiendo el frente en Badenas, y continuando hacia Moyuela.
El Cuerpo de Tropas Voluntarias Italianas, con 35.000 hombres, atacaron por Rudilla y la muela de Anadón, continuando hacia Muniesa. El Cuerpo del Ejército de Galicia, con 12.200 soldados, atacó por Vivel del Río, junto a Valdeconejos, y continuando hacia Montalbán.
La madrugada del 9 de marzo, se rompe el frente por Rudilla y los numerosos cañonazos que se disparaban se oían perfectamente en Plenas. Empezó a entrar miedo a los milicianos y gentes de izquierda de Plenas, que empezaron a plantearse que pronto llegarían las tropas de Franco. Ese mismo día 9 hay intentos de venganzas antes de marcharse a todo correr del pueblo Algunos significados milicianos se dedicaron estos últimos momentos, poco antes de abandonar el pueblo, a amenazar a mujeres y niños de conservadores que habían huido, que estaban aterrorizados encerrados en sus casas. Por todos los sitios se comentaba que los moros iban a violar a todas mujeres rojas españolas que encontraran. En Plenas se reunieron los del comité y decidieron marcharse a toda prisa, unos cuarenta, a los que se les dio una cantidad de dinero para que pudieran vivir.
Aurora Cebollada, hija de Braulio Cebollada, comentaba que «cuando se iban acercando los franquistas, estaban muchos pensando en irse. A los niños no les decían nada y llevaban vida normal, para no levantar sospechas, por si acaso. Un día habían hecho pollo para comer y habían puesto las mesas. Llamaron a los niños a comer pero en vez de eso salieron en silencio total por la puerta falsa, dejando la comida en la mesa y caminado con sumo cuidado llegaron a Moyuela donde montaron en un camión y llegaron hasta Barcelona».
La ofensiva se iniciaba con una verdadera exhibición de fuego de artillería y aviación contra las posiciones defensivas republicanas: a primera hora de la mañana eran atacados por aire Herrera de los Navarros; poco después Segura de los Baños en dos ocasiones con pequeñas formaciones de bombardeo franquistas; mientras más de veinte aparatos lo hacían sobre Martín del Río también dos veces. Igualmente serían bombardeadas las poblaciones de La Puebla de Albortón, Belchite y Fuendetodos
El teniente Joan Sales, que estuvo allí, nos explica los acontecimientos durante aquella jornada en su batallón y brigada: «Me despertó un estrépito infernal. Era el 9 de marzo al comenzar el día; apenas amanecía. La artillería enemiga había abierto inesperadamente un fuego general e intensísimo sobre el frente ocupado por nuestra brigada y las dos vecinas al norte y al sur. Aproximadamente a mediodía, todas nuestras fortificaciones, hechos con tantas sudadas a lo largo del invierno, habían sido destruidas, los parapetos arrasados, volados los nidos de ametralladoras, las alambradas destruidas. La infantería enemiga avanzaba protegida por masas de tanques de montaña, que nosotros no habíamos visto nunca ni teníamos idea que existieran; unas tanquetas capaces de subir cerros hasta arriba como si nada. Nosotros habíamos improvisado unas segundas fortificaciones, desde las cuales nos defendíamos cómo podíamos, cuando el día siguiente día 10 el mando superior ordenaba que nos replegáramos a Monforte primero y después a Plenas».
«Desde la peña que cubría aquella cueva, donde nos habíamos escondido Jorzapé y yo, veíamos a una distancia como de siete u ocho kilómetros a nuestro sur las columnas enemigas como avanzaban: delante iban los tanques, seguía la infantería en camiones y encima de todo este dispositivo, protegiéndolos, volaban las escuadrillas de vigilancia». Como apoyo para defender la posición los soldados catalanes recibirán sólo un solo cañón, elemento del todo inservible ante la acometida.
En El Periódico de Aragón del 9 de febrero de 2009, sale un articulo sobre el libro "Dientes de leche", escrito por Ignacio Martínez de Pisón. Hablan de la Historia de Gaspar Crespo, natural de Villar delos Navarros:
(…) “El 9 de marzo de 1938 estaba en el monte, entre Villar y Moyuela, con mis tíos Felix y Felipe. Cuidábamos las ovejas cuando nos gritan: ¡Que vienen los nacionales!¡Que llegan con los moros!. Sus tíos republicanos huyen con el crío a cuestas mientras a su madre los militares le impiden seguirlos. De Moyuela a Lécera, de allí a Albalate del Arzobispo, donde ví mi primer muerto. Comimos porque matamos a una gallina, y también un chusco de pan mojado. Los cadáveres se agolpaban en las cunetas. Pasamos por Alcañiz en pleno bombardeo. También por Caspe, y de ahí a Fraga y Lérida. En un tren con mil personas llegamos a Barcelona”.
En el Villar de los Navarros, las tropas franquistas concentraron a numerosos prisioneros hechos durante este rapidísimo avance. Allí llego el Tercio de Requetés de Lácar, que venían desde Fombuena y Nogueras. Estuvieron algunas horas y luego continuaron hacia Moyuela (Del Libro “El Tercio de Lacar” de Carmelo Revilla).
El día 10, la brigada de Joan Sales, por orden del comandante Invernón, se retirarán hasta Plenas, puesto que las dos brigadas que se encontraban en línea con la 131 se habían derrumbado y para no quedar rodeada, había que recular. Durante estos primeros momentos de retirada, toda una compañía de fusileros-granaderos quedará rodeada y hecha prisionera por las tropas fascistas. En Plenas el batallón tomó posiciones mientras se reorganizaban y localizaban otros componentes de la unidad, como el capitán Gordó y el teniente Torres. Víctor Torres también nos recrea la visión dantesca de las unidades atacantes: «En aquellos momentos, nuestra división disponía únicamente de fusiles y armas automáticas y todavía sin llegar a completar las plantillas. La artillería y la protección aérea eran una pura ilusión. El enemigo, en cambio, contaba con una infantería correctamente armada y en parte motorizada, con gran apoyo artillero y aéreo, además de numerosas unidades blindadas, que aparecían por primera vez en aquel frente. Confieso que la visión de aquellos monstruos de acero vomitando fuego por todas partes en medio de un gran rugido, subiendo y bajando fácilmente por aquellas cordilleras me produjo una sensación de insignificancia y un miedo apenas contenible». Con todo, la 132 brigada resistió durante casi dos días a costa de un precio muy alto entre heridos, muertos y desaparecidos, mientras la 131 iniciaba la retirada al atardecer del 9 al 10, después de haber soportado el ataque toda la jornada.
Poco después llegaba a Plenas la caballería mora, obligándolos a replegarse hacia Moyuela. Pero bien pronto tendrán que salir también de esta villa para seguir reculando hasta Moneva, a unos ocho kilómetros. En Loscos, más al oeste de estas últimas villas, Fèlix Bonet fue hecho prisionero por las tropas franquistas: «Nos cogió la caballería. De los veteranos nos salvamos algunos, pero de los quintos casi ninguno, con varios muchachos de la quinta del 39 que hacía ocho o diez días que estaban con nosotros. Cuando se me acercó un fascista montado a caballo yo, que iba por el lado del margen, me tiré abajo y el golpe de sable tocó las piedras. Si hubieras visto las cabezas de las personas como botaban... Dicen que hacen tres botes, y así lo vi. Al final no pude volver donde estaban los míos, que ya marchaban de retirada».
Continuaron retrocediendo hasta Ventas de Muniesa, donde el 524 batallón estuvo a punto de quedar rodeado por el enemigo. Finalmente, consiguieron salir de esta situación comprometida para ir hacia Lécera: «Hacíamos las caminatas, sobre todo, por la noche; cuando llegamos a Lécera, apenas amanecía. Dormimos en unos pajares escasas horas, rendidos de hambre y de sueño, para continuar la retirada hasta la villa de Albalate del Arzobispo, donde acampamos en unos cerros de la orilla oriental de Martín –la villa se levanta al occidental– que nos iban bien para hacernos fuertes con poco trabajo. Era la madrugada del día 11. Desde el primer momento la aviación enemiga no había dejado de perseguirnos; parecía un vuelo de moscas que no te lo puedes quitar de encima» nos explica Sales. El nuevo recorrido Lécera-Albalate suponía cerca de 20 kilómetros más de una marcha forzada por el constante adelanto franquista. Pero no todo eran retrocesos y retiradas a la desesperada. También se resistió con tenacidad, como nos informa uno de los militares republicanos implicados en estas operaciones: «En Muniesa, a lo largo de las carreteras, ha sido vista una gran concentración de fuerzas, que creemos que se trata de una de las columnas motorizadas». Y añadía: «La 131ª brigada ha sido envuelta en Moyuela y se ha batido con heroísmo magnífico. Ha derribado con fusil un avión de caza, cayendo en nuestras líneas carbonizados sus tripulantes, y han recogido un aviador italiano que ha aterrizado a consecuencia de uno de los combates con nuestra aviación.». El avión abatido no era un aparato de caza sino uno de bombardeo ligero alemán Heinkel He-45 tripulado por dos españoles que efectivamente murieron. En cuanto al aparato italiano, este era un Fiat Cr-32 del suboficial piloto Giuseppe Zuffi. El comisario Víctor Torres se encontraba presente en el sector de Plenas aquel día 10 de marzo cuando el piloto realizaba el aterrizaje de emergencia: «Intenté parar los soldados que querían asesinar el piloto italiano. Nos habían estado ametrallando y no con poco esfuerzo conseguí salvarlo de un linchamiento. El comandante Invernón y el comandante López Descalzo se hicieron cargo del prisionero, sano y salvo. Poco después, los tres se marcharon».
Según el comisario Víctor Torres los tres se pasaron a las filas enemigas, hecho que coincide con el que nos escribe el historiador Pedriali. El avión italiano había sido abatido por otro caza, un chato republicano que, a su vez con otros aparatos, se encontraban ametrallando las tropas fascistas sobre Blesa. Según el mismo historiador, el piloto italiano consiguió convencer a 23 desmoralizados soldados rojos y dos oficiales a considerarse prisioneros de las avanzadas de los Flechas Negras italianos”.
Aun así, creemos que al piloto cautivo no debió de suponerle demasiado esfuerzo convencer aquellos combatientes desmoralizados y a los dos militares profesionales. Por aquellos quien simpatizaban con los fascistas era pues el momento más apropiado para pasarse, puesto que no había posiciones definidas y el frente era un caos, sin líneas de frente. Y además con el premio de traer un piloto italiano que entregaban sano y salvo.
También suponemos que si los avances enemigos hubieran sido unidades de falangistas o de tropas moras, algunas de las cuales no hacían prisioneros, seguramente los oficiales y soldados no se hubieran entregado.
Cuando entraron las tropas franquistas en Plenas, venían acompañados por tropas moras. Venían en camiones. Los soldados marroquies se dedicaron, en los primeros momentos, a saquear las casas de la localidad, pues parece ser que se quedaban con el botín de guerra que conseguían, incluso saquearon casas de personas de derechas.
El general Monasterio pasó por el pueblo y se hospedó en casa de Remigio Ortín. Los republicanos mas destacados habían huido del pueblo un poco antes y no hubo resistencia salvo la de un francotirador que se subió a la torre de la iglesia con una ametralladora. Desde allí estuvo disparando a todo lo que se movía y a las tropas que llegaban. Algunos niños insensatos iban corriendo por las calles entre disparos y milagrosamente no hubo muertos. Varios soldados nacionales se arrastraron hasta la iglesia y con sumo sigilo fueron ascendiendo y sorprendieron al francotirador, al que mataron y arrojaron desde lo alto del campanario. Allí quedó tendido un tiempo y se acercaban los niños del pueblo a verlo.
Por la localidad estuvieron circulando camiones cargados de soldados de un lugar a otro, Algunos niños subían a los camiones e iban un pequeño trayecto montados. En uno de ellos se subió Pedro Gracia, un chaval travieso del pueblo, con tan mala fortuna que yendo sentado con las piernas hacia fuera, pasó otro camión con soldados y le arrancó la pierna. Desde entonces es Pedro “el Cojo”.
El 10 de marzo la caballería ocupó Loscos, Blesa, Plenas y Moyuela y los italianos Maicas, Cortes de Aragón y Muniesa.
El batallón de Joan Sales resistirá hasta el anochecer del día 12, momento en que los tanques fascistas entraban en Lécera: «Ya no eran tanquetas de montaña, sino tanques de muchas toneladas que avanzaban en formación (…) Esta cantidad de tanques y la nueva artillería, también desconocida por nosotros, que nuestros soldados bautizaron como la loca porque echaba granadas rompedoras de pequeño calibre a ritmo de ametralladora, habían sido para nosotros una sorpresa total añadiéndose a la de una ofensiva de proporciones monstruosas que nadie esperaba». El oficial catalán, continúa explicándonos los combates del día 12 en Lécera con la intervención de la aviación republicana, en el momento quizás más complicado para los soldados republicanos: «Los tanques, después de ocupar la villa, se disponían a pasar el puente –que no había sido volado por los ingenieros, tal era el desorden de la retirada de nuestro ejército–, al mismo tiempo que una nube espesa de aviones de bombardeo y de caza venía en dirección a nosotros. Apareció entonces, por primera vez desde el comienzo de la ofensiva enemiga, una escuadrilla de cazas de la República, que con una temeridad que nos dejó helados de admiración, les hizo frente y los mantuvo distraídos el tiempo necesario para que nosotros, cumpliendo órdenes superiores, pudiéramos desaparecer disciplinadamente por una barrancada estrechada y honda en dirección este. Exitosa esta maniobra, la escuadrilla republicana huyó a una velocidad vertiginosa y la nube de bombarderos pudo descargar sobre las posiciones donde momentos antes estábamos nosotros».
Aquel día la aviación republicana había realizado hasta tres salidas para colaborar con las tropas terrestres, pero nada se podía hacer ante unas fuerzas atacantes las cuales durante la segunda fase de la batalla superaban los 100.000 hombres ante unos 35.000 defensores desorganizados y con unas reservas formadas en muchos casos por reclutas nada experimentados. (…). Las brigadas de la 30 división no pueden hacer otra cosa que recular como pueden puesto que están abrumadas por el enemigo, sin líneas de defensa, se hunden por la velocidad y progreso de las fuerzas atacantes.
El día 13 caían Montalbán e Híjar, con las minas de Utrillas. Antes del 14 de marzo ya habían roto el frente en las Cuencas Mineras y el Bajo Aragón, conquistando todo el territorio hasta el río Guadalupe. El 19 de marzo ya había conquistado todo el Bajo Aragón y llegan al Ebro. A partir del 22 de marzo comenzará la batalla del Ebro, que marcará el inicio de la ofensiva sobre Cataluña.
Nota La mayor parte de este relato se ha hecho con textos sacados del preciosos testimonio de Joan Sales. http://www.irla.cat/documents/columna-mc-web.pdf
De Joan Sales ya hicimos una pequeña entrada en el blog http://plenaszaragoza.blogspot.com/2010/09/relato-de-un-soldado-catalan-en-plenas.html que trata de catalanes que estuvieron en el frente de Aragón
De Joan Sales ya hicimos una pequeña entrada en el blog http://plenaszaragoza.blogspot.com/2010/09/relato-de-un-soldado-catalan-en-plenas.html que trata de catalanes que estuvieron en el frente de Aragón
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