En la calle Vergel hay una casa donde ha vivido la familia de los Rallos desde hace muchos años. Ahora está modernizada pues hace unos años se arregló.
En la planta baja hay una ventana. Todavía ahora, sesenta y cuatro años después, alguna persona mayor, al pasar por allí, recuerda con tristeza un suceso acaecido en el año 1946, que conmocionó al pueblo.
En la planta baja hay una ventana. Todavía ahora, sesenta y cuatro años después, alguna persona mayor, al pasar por allí, recuerda con tristeza un suceso acaecido en el año 1946, que conmocionó al pueblo.
En la casa vivía un joven de unos 20 años que se llamaba José María al que le gustaba mucho ir de caza. Cierto día se fue a cazar con el tío Caracolero, que llevaba un perro galgo que se había encontrado en el monte. La jornada discurría tranquila pero de repente el perro le mordió a José María en el talón. Lo dejaron pasar y no dijeron nada en el pueblo.
A los pocos días José María fue a cazar con otros compañeros. El calor apretaba y se acercaron a beber agua a una balsa, de las muchas que hay en el monte. Cuando iban hacia allí, José María se puso a gritarles: ¡no vayáis, que hay un perro…!
Allí no había ningún perro. Eso dejó a sus compañeros muy preocupados, y sospecharon que le pasaba algo raro.
Fue al médico y ya no había remedio, había contraído la rabia y el virus había llegado hasta su sistema nervioso central. Tenía los días contados.
José María sabía que iba a morir, y dos o tres días antes fue a la tienda y compró galletas de vainilla que regaló a todos los chicos del pueblo Era el día de Nuestra Señora del Rosario. Después se metió en casa, y le encerraron en una habitación como había pedido él. Era la habitación con la ventana que da a la calle. Allí, encerrado, sufrió una terrible agonía hasta que murió. No se podía levantar de la cama, y con los dientes destrozó las sábanas, el colchón, todo… Daba gritos tremendos que se oían por todo el pueblo. La gente estaba triste, muchos lloraban oyendo la agonía de José María. Hubo algún vecino que quería matarlo para que no sufriera, pero no le dejaron… Poco a poco su vida se fue acabando entre tremendos alaridos…
Tal vez es el último muerto por rabia en el pueblo.
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